I- El buen sexo y su mala fama
Se le ha hecho mala fama al sexo. Algunos piensan que mejor
ni hablar de ello, a ver si pasa desapercibido. Otros hablan de él como quien
habla del demonio mismo.
Es perverso cuando lo practican los jóvenes y
asqueroso cuando lo hacen los viejos. Al final, queda apenas para un pequeño
grupo de hombres y mujeres casados que
se ven obligados a sacrificarse en la realización de “el acto” no por el
acto mismo – eso sería pecaminoso y malsano – sino para garantizar la
preservación de la especie.
Eso dicen. El sexo, sin embargo, nos rodea y se nos cuela
por dentro y por fuera en todos los aspectos de la vida y, al hacerlo, se
trasciende a sí mismo: bien visto, el sexo es mucho más que eso que llaman
sexo. El sexo verdadero, no es pornográfico, no lastima, no se regodea en la
humillación del otro; el sexo acaricia, no golpea; el sexo respeta y comprende,
no humilla; el sexo se acerca siempre preguntando y ofreciendo, nunca forzando
a nadie; el buen sexo busca ante todo la satisfacción del otro, no el goce
egoísta. El buen sexo tiene mucho que ver con el Amor: el sexo no hace alarde, no se envanece, no
procede con bajeza, no busca su propio interés.
El sexo al que aspiramos no
parte del abuso sino del afecto, le importa el otro y surge siempre del afecto
y del respeto por uno mismo y por el otro. El sexo es placentero, sí, pero ese
placer encuentra su mejor sentido en el disfrute recíproco y cariñoso de la
pareja: los dos se harán una sola carne.
FUNDACIÓN Q´INTI Organización Promotora de Actividades Educativas,Desarrollo y Bienestar Social.
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