Al celebrarse la llegada de las almas, es tradición muy
ancestral en el ande peruano y también en Huancavelica realizar ceremonias con
el conocido “tanta wawa” o “pan bebe” como ofrenda muy especial que se ofrece
en un altar, a las personas que partieron al más allá.
T’anta wawa, wawa tanta o simplemente wawa es el bizcocho
serrano por antonomasia, tradicional en las ciudades de Puno,
Cusco,
Huancavelica y
Ayacucho.
Su nombre viene de t’anta (pan) y wawa (niño), niños
de pan, en quechua.
Sobre todo en el “Rincón de los muertos” (Ayacucho) hay la
costumbre de regalar y comer t’anta wawas cada 01 de noviembre, día de Todos
Santos.
Es la única fecha del año en la que se ven grandes cantidades de wawas,
caballos, trenzas y otras formas tradicionales de este pan.
Si por estos días
usted va a las agencias interprovinciales que vienen de la ciudad de las 33
iglesias, lo envolverá un olor dulzón a bizcochuelo, que llega en cajas.
Los
ayacuchanos residentes y sus asociaciones en Lima y en el extranjero han
seguido la costumbre y con antelación hacen sus pedidos de t’anta wawas para
regalar a sus amigos y familiares.
Uno de los que tiene más pedidos es
Saturnino Guerra Quispe, un panadero ayacuchano de 73 años de edad que ha sido
reconocido en varios concursos de t’anta wawas.
Sus suaves bizcochos también
han hecho delicias en los festivales que ha participado: en Italia,
Alemania,
Estados Unidos,
Brasil y Argentina.
Don Saturnino, quien en sus ratos libres también le da a la
guitarra ayacuchana, dice que el secreto es la combinación de las harinas.
“No
uso nada de químicos para las wawas, solo harina de habas, de trigo y de
alverja, levadura, manteca de chancho y huevo.”
Para los “ojitos” y adornos de
la wawa o el caballo se utiliza ajonjolí, maní y pasas.
Y el proceso ahora lo
hace con las máquinas y puede estar lista en veinte minutos, cuenta.
Solo uno
de sus hijos, Felipe, está interesado en seguir esta tradición y continúa las
enseñanzas del padre en la panadería de Mariátegui 313, camino al cementerio,
en Ayacucho.
Las wawas pueden superar el medio metro de tamaño, de
acuerdo con el pedido que haga el cliente.
La empresaria panificadora Gladys
Cabezas Pineda es huantina y de niña también empezó a hacer wawas.
Explica que la tradición en Huanta es que las wawas se
remojen ligeramente en un vino tinto oporto para apreciar mejor su sabor.
Aunque hoy más se consume con una buena taza de leche con chocolate.
Tradicionalmente, uno regala t’anta wawas a sus comadres y t’anta caballos a
sus compadres o a los aspirantes de ellos. Los niños y jóvenes también regalan
wawas, con lo que establecen así futuros lazos de compadrazgo, siguiendo la
tradición.
En Huanta, a diferencia de Ayacucho, no se utilizan las harinas de
alverjas y habas, solo harina de trigo combinada con harina del norte, también
por una cuestión de costos.
Pero esta mezcla permite que la masa no necesite
del palito de carrizo que a modo de columna vertebral se pone en las masas
ayacuchanas para que no se desarme la tanta wawa.
Todavía se puede ver algunos
hornos tradicionales que a leña cocinan las t’anta wawas.
Pero a leña o en
horno industrial, como dicen, el secreto está en las manos, en el amor que se
pone para este bizcochuelo, que en Ayacucho es símbolo de la amistad.
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